De la mano del shakesperiano Kenneth Branagh nos llega la adaptación a la gran pantalla del cómic Thor, de Marvel. Cabe decir que es uno de los cómics que más se temían llevar al cine, debido a la dificultad que acarrea hacerlo realista o serio. ¿Habrán conseguido Enrique V o Hamlet hacer una adaptación no sólo fiel, sino además respetable?
La película nos presenta a Odín (Anthony Hopkins), Padre de todos y rey de Asgard, el cual, tras vencer a las hordas de gigantes de hielo de Jötunheim, vuelve a su reino para establecer al fin la paz y dedicarse al cuidado de sus hijos Thor y Loki (Chris Hemsworth y Tom Hiddleston, respectivamente). Pasados los años, cuando un joven e inmaduro Thor va a recibir la corona de manos de su padre, surge una incursión de gigantes de hielo en Asgard, lo que mueve al impetuoso dios del trueno y a sus amigos a ir al corazón de las tierras de los gigantes para llevarles a combatir por su atrevimiento. Sin embargo, no solo no consiguen realizar su poco calculada cruzada, sino que empiezan de nuevo una guerra con los gigantes, causando la ira de Odín por la conducta impulsiva de su hijo, indigna de un rey. Así pues, como castigo ejemplar, el Padre de todos exilia a su hijo a la Tierra, donde conocerá a una joven científica (Natalie Portman) y a su grupo de investigación, dejando así en Asgard vía libre al celoso Loki para que así se haga con el reino que cree digno suyo, y no de su bárbaro hermano.
Es bastante palpable durante la película la afinidad del director al teatro de Shakespeare, creando una relación de padre e hijos muy del estilo del famoso dramaturgo: un otrora joven rey, que lleva la guerra a los gigantes, no deja de sentir sobre su conciencia las muertes que pudo haber evitado en su día, juntando a esto sus esfuerzos por educar y velar por sus hijos, de los cuales surgen Thor, un reflejo del joven Odín, y un Loki celoso por el favoritismo demostrado a su hermano, que reprochará más tarde a su padre la dejadez que ha sufrido a la sombra del dios del trueno. Es esto una de las cosas que deja buen sabor de boca en la película, y que la hace verosímil dentro de un mundo de dioses paradimensionales y monstruosos gigantes. En cuanto a la actuación de los personajes, cabe destacar entre todos a Tom Hiddleston y su Loki, un personaje que da mucho juego de por sí, y que el actor consigue al darle un aire de ambigüedad muy bien logrado.
En cuanto al diseño, se lleva la palma. Todos los escenarios fuera de la Tierra gozan de una imaginación y colorido desbordante, sobretodo el reino de los dioses, Asgard, que llena la vista con panorámicas de edificios flotantes y dorados, juntandolo con un cielo increíble, mostrando los más bellos atardeceres y las más lujosas noches estrelladas. Tal vez esta atmósfera tan majestuosa pierde al ver el vestuario de los personajes, que, si bien funcionan, se mantienen en una fina línea entre los esplendoroso y lo horriblemente hortera, aunque los creadores son perfectamente conscientes de ello, al incluir diferentes bromas en la película metiéndose con dichos ropajes.
En definitiva, es una película que habrá sorprendido a muchos, conociendo su origen. Aunque la historia no deje de ser la de un superhéroe que, tras múltiples batallas que ridiculizan en ostentosidad al anime de Dragon Ball, consigue proteger aquello que ama y aprender una lección sobre sí mismo, merece la pena ser vista aunque sólo sea por los escenarios tan vistosos como ya se han descrito antes.
Mi nota: 6/10
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