La vida de Ledrare no empezó elegantemente. Nació en Saco de Pulgas, los barrios bajos de Desembarco del Rey, extramuros. En un establo usado por mercaderes (de mercancías baratas y de baja calidad) y prostitutas (baratas y de baja calidad). Su madre era una de las habituales del establo, y no era mercader.
Lo más elegante que le dejó su madre fue el nombre. Ledrare sonaba a alguien refinado, quizá con ascendencia en Antigua. Tal vez por ello Ledrare siempre se preocupó de hacer las cosas de manera elegante. Eso quiere decir blasfemar sin alzar la voz, acabar las peleas callejeras con golpes o puñaladas en la ingle antes de que le hirieran la cara, y lavarse siempre para eliminar los restos de sangre.
Por eso se indignó tanto con un hombre gordo y borracho que entró dando gritos en su burdel.
“Su” burdel, ya que se había construido un refugio apoyado en una de las chimeneas, para aprovechar el calor cuando llegara el invierno en un año o dos. Incluso había llegado a llevarse bien con un cuervo que tenía un nido en el otro lado del tejado, una vez que aprendió que al cuervo no le gustaba que cogiera las cosas brillantes que llevaba al nido. Además, cerca del burdel corría un río, donde podía lavarse y beber, siempre por ese orden.
Naturalmente acudían muchos borrachos al establecimiento, pero éste se comportaba como si el lugar le perteneciera, en vez de ese hombre delgado que periódicamente acudía a revisar cuentas.
El gordo no paraba de gritar exigiendo más bebida y una “chica limpia”. Eso era algo a su favor, ya que a Ledrare le parecía importante a la hora de elegir una chica. No le extrañó que le ofrecieran a Diafne, la que a él más le gustaba, aunque sólo una vez llegó a reunir el dinero suficiente.
Al poco el gordo empezó a gritar sobre chicas ignorantes y aburridas, indignas de él, y que se iría a buscar un burdel elegante.
Que un gordo sucio y borracho se creyera por encima de lo que él consideraba elegante enfureció a Ledrare. Sin pensar saltó del tejado cuando el gordo salía por la puerta, con intención de darle una lección.
Pero un hombre con capa que estaba al lado del gordo le echó hacia un lado justo cuando iba a caer encima de él, y casi con desgana le dio a Ledrare tal puñetazo en la cara que perdió el sentido, justo después de vislumbrar el medallón que el hombre llevaba, con una espada y una corona labradas en oro. El emblema de los «Espadas», la guardia juramentada del rey.
Poco después de despertar le llevaron al cadalso y le pusieron la horca en el cuello. No entendió qué había pasado, y tampoco le importaba mucho.
Sólo pensaba en las historias que había oído sobre lo que le pasa a una parte del cuerpo de los hombres que mueren ahorcados, y le daba vueltas a la idea de que no podría morir así, que no sería elegante…
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